martes, 21 de enero de 2014

creación literaria en teatro



CAPERUCITA ROJA CONTADA POR EL LOBO
PERSONAJES
narrador abuelo
narrador
lobo
Caperucita
cazador
habitante del pueblo
abuela
súper amiga de caperucita



Narrador: Bueno bueno, ¡pero qué es esto! ¡Cuánto niño y niña! Ay, juventud, bendito tesoro. ¿Y qué estáis haciendo aquí? (RESPUESTAS) Así que estáis aquí para que os cuenten un cuento, ¿eh? Qué cosas. Pues nada, hacedme un huequito, que yo también quiero escuchar el cuento (BREVE PAUSA). ¡Ah!, que soy yo el que os lo tiene que contar, eh?  Si es que la memoria no me da para mucho ya...
Pues da la casualidad que tengo aquí un cuento (saca un libro enorme), siempre hay que estar preparado. Nunca sabes cuándo te va a esperar un grupo de niños para que les cuentes un cuento. Pero quiero que sepáis que no es un cuento cualquiera... De echo, ¡los personajes están vivos!
Lobo: ¡y tan vivos! ¡Como que estoy aquí!
Caperucita: ¡y yo!
Abuela: no os olvidéis de una vieja arrugada.
Cazador: ni de un hombre tan apuesto como yo.
Amiga: ¿Apuesto? Tú eres el opuesto de apuesto.
Pueblerino: menuda panda de pesados.
Narrador: pero bueno, ¡si todavía no he empezado! Niños y niñas, ¿conocéis el cuento de Caperucita roja? (JALEO) Pues preparáos, porque a continuación mi amigo el lobo os va a contar la verdadera historia de Caperucita roja. Y es que nadie puede ser juzgado como malvado sin haberle escuchado primero. Al final de la historia, seréis vosotros los que tendréis que juzgar.
Lobo: Así es. Porque claro, estoy seguro de que todos conocéis la historia de Caperucita, esa niña pija y malcriada, que no tiene ni idea de combinar colores. Pero ahora sí, por fin, vais a escuchar lo que de verdad sucedió.
El bosque era mi casa. Allí vivía y lo cuidaba. Procuraba tenerlo siempre limpio y arreglado. Un día de sol, mientras estaba recogiendo la basura que habían dejado unos pueblerinos, oí unos pasos.
Pueblerino: ¡oye oye! ¡De pueblerino nada! Gente de pueblo si no te importa. Y muy limpios por cierto.
Lobo: sí bueno, lo que tú digas. El caso es que oí unos pasos. De un salto me escondí detrás de un árbol y vi a una chiquilla más bien pequeñaja que bajaba por el sendero llevando una cestita en la mano.
En seguida sospeché de ella porque vestía de una forma un poco estrafalaria, toda de rojo, con la cabeza cubierta, como si no quisiera ser reconocida.
Caperucita: lo que pasa lobo atontado, es que no tienes ni idea de moda. El rojo es el color de la pasión, del amor, y nunca pasa de moda.
Lobo: ¿te quieres callar? Es mi historia.
Narrador: haya paz por favor. Sino tendré que seguir contando la historia.
Lobo: De acuerdo. El caso es que me paré para ver quién era y le pregunté cómo se llamaba, a dónde iba y cosas por el estilo.
Caperucita: le conté que iba a llevar la comida a mi abuelita.
Abuela: sí, porque una ya tiene una edad, y no podía salir a hacer la compra, así que le pedí a mi nieta que comprara unas madalenas para el desayuno. Eso sí, no le hizo mucha gracia y se fue rechistando.
Lobo: Caperucita al principio me pareció una persona honesta y buena, pero lo cierto es que estaba en mi bosque y resultaba sospechosa con aquella extraña caperuza, así que le advertí, sencillamente, de lo peligroso que era atravesar el bosque sin antes pedir permiso. Además, esa capa horrorosa daba mucho que pensar.
Caperucita: y dale con mi capa. ¿Tú te crees? (a la amiga), y lo dice un lobo que casi casi va en ropa interior.
Amiga: ya tía, ¿has visto cómo viste el lobo? ¿Os habéis fijado niños? ¡puaj!
Pueblerino: el problema era que el bosque es un lugar muuuuy peligroso. No os podéis imaginar las criaturas salvajes que habitan en él. Y claro, el lobo está acostumbrado, porque es algo así como el jefe de la manada, un rey león del bosque. Pero una niñita pija no puede ir andando sola por ahí.
Amiga: pues yo he ido por ahí sola muchas veces y nunca me habéis dicho nada.
Pueblerino: ¿pero tú quién eres?
Amiga: ¿yo? La amiga de Caperucita.
Lobo: Vale vale. Después de aquél encuentro en el bosque con Caperucita la dejé que se fuera por su camino pero yo me apresuré a ir a ver a su abuelita.
Abuela: uf! Ya me acuerdo, ¡menudo susto me dio al principio! Imaginad niños que estáis plácidamente en casa viendo la tele y tejiendo, y de repente os aparece sin avisar este esperpento de animal, con sus pintas y sus calzoncillos por encima del pantalón.
Lobo: Cuando vi a aquella simpática viejecita le expliqué que su nieta había estado merodeando sola por el bosque y estuvo de acuerdo en que su nieta necesitaba una lección.
Abuela: el caso es que quedamos en que yo saldría de casa y él se haría pasar por mí, pero hacía mucho frío, así que me escondí debajo de la cama.
Lobo: y yo me vestí con sus ropas y me metí dentro de la cama.
Pueblerino: a todo esto, Caperucita no se empanaba de nada.
Caperucita: no es que no me enterase, es que estaba súper feliz paseando por el campo y oliendo las flores.
Amiga: tia, eres una cutre.
Abuelo: niños, estad muy atentos, que aquí llega lo bueno de la historia. Esto fue más o menos lo que pasó cuando llegó Caperucita a la casa.
(Entre el pueblerino y la amiga tapan a la abuela, que está agachada en el suelo) con una sábana. El lobo y Caperucita representan la escena.
Caperucita: jo abuela, vaya orejas más grandes y feas que tienes. Y encima están sucias.
Amiga: he de decir que Caperucita es bastante borde, y no era la primera vez que se metía con el lobo.
Lobo: (imitando la voz de la abuela) bueno, es que... para empezar, son las orejas que Dios me ha dado. Y además, así te puedo oír mejor mi querida nietecita. Además, me encanta escucharte, y siempre quiero prestarte mucha atención.
Caperucita: sí sí, lo que tú digas. Pero es que no sólo son esas pedazo de orejas. ¿Tú te has visto los ojos? No sé si son las ojeras, pero son súper grandes. Vamos, que de grandes es que son feos.
Lobo: niños, os podéis imaginar que empecé a sentir cierta antipatía por esta niña que aparentemente era muy buena, pero bien poco simpática. Sin embargo, como ya es costumbre en mí poner la otra mejilla, le dije algo así como: es que mis ojos grandes me sirven para verte mejor.
Pueblerino: yo andaba rondando por la casa, (susurros) cotilleando más bien. Y pude escuchar el siguiente insulto. Escuchad.
Caperucita: ¿Y qué me dices de los dientes? Son tan grandes que cuando abres la boca haces muescas en el suelo.
Narrador: El pobre lobo ya no pudo más. Estaba tan dolido que no pudo contenerse y esto fue lo que le dijo:
Lobo: ¿ah, sí? Pues que sepas que mis dientes sirven para... ¡¡¡comerte mejor!!!
Narrador: a ver niños, no tengáis miedo, todo el mundo sabe que ningún lobo se comería a una niña.
Lobo: Pero aquella loca chiquilla empezó a correr por la casa gritando y yo detrás, intentando calmarla.
Abuela: y yo sigo debajo de la cama, para que no os olvidéis de mí. 
Cazador: pero en todo cuento tiene que haber un héroe. Y ese héroe... soy yo.
Lobo: ¿cómo que tú?
Cazador. Claro. Cuando tú estabas corriendo detrás de Caperucita para calmarla y hacerla entrar en razón, el pueblerino me alertó de los gritos.
Pueblerino: que no soy un pueblerino, que soy un hombre de pueblo.
Cazador: así que decidí entrar en la casa para ver qué es lo que pasaba. Claro, imponía un poco porque llevaba la escopeta, porque había estado cazando en el bosque.
Amiga: sí hombre. Eso no era una escopeta, eso era una pistolita de juguete.
Lobo:Lo peor es que yo me había quitado ya el vestido de la abuela y en seguida vi que estaba metido en un lío, así que me lancé por una ventana que había abierta y corrí lo más veloz que pude.
Me gustaría decir que así fue el final de todo aquel asunto, pero aquella abuelita nunca contó la verdad de la historia. Poco después empezó a circular la voz de que yo era un tipo malo y antipático y todos empezaron a evitarme.
Abuela: ¿y qué querías que hiciera? Me destrozaste el maravilloso camisón de seda rosa que te presté y estaba furiosísima.
Lobo: Desde entonces, vivo solo y apartado de la gente. Hasta hoy no había vuelto a ver a la pesada y repija de Caperucita, ni a la malvada de su abuela, ni a la amiga plasta que no sé qué pinta aquí, ni al pueblerino ni al cazador. El caso es que después de aquél percance no he podido volver a vivir en paz. Espero que después de mi versión todos vosotros dejéis de tenerme miedo.
Narrador: y esta es la historia de Caperucita roja, pero contada por el lobo. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado tu idea de contar la historia de caperucita roja a través de la figura del lobo y me ha parecido muy original y actual el vocabulario que has usado.
    Has mezclado fenomenal la idea del teatro, cuentacuentos y me encantaría estar presente en una historia tan original como ésta.
    Me quedo con la moraleja de tu cuento, no es tan bueno el bueno ni tan malo el malo.

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  2. Me gusta mucho tu obra, yo también había hecho obra dramática de caperucita y la mía se ha quedado muy pobre. La sinteticé mucho pensando en hacer una "obrita" en clase.
    La tuya me ha encantado, reitero ¡que bien escribes!

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  3. Bueno. No has dicho la edad para la que utilizarías este texto como ejemplo. Sin ese dato, puedo evaluar tu redacción (que es fantástica), pero no la transferencia.

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