Esta historia la escribí hace un tiempo para la web Mirar al sur (la web de la ONG PROYDE) durante mi estancia en África. No sé por qué me ha venido precisamente hoy a la mente. Será porque justo hoy me he pasado largo rato mirando el "batik" con un baobab dibujado que tengo colgado en la pared de mi cama. Será porque de vez en cuando los recuerdos me inundan una y otra vez. Será porque hace poco hablé con uno de los hermanos de la comunidad que me acogió aquel verano... Será... que esta historia la escribí sabiendo que el tiempo de estar allí terminaría, pero que África nunca se marcharía...
Nuestro baobab en África
Había
una vez un árbol precioso. Era diferente al resto, de eso no cabía
duda. Brillaba como ninguno de sus compañeros lo hacía a la luz del sol,
y durante la cerrada noche, cuando todos dormían, él guiaba a los
caminantes perdidos con su aura especial.
Era de constitución fuerte, con un grueso tronco que ni tres personas
uniendo sus manos llegaban a abrazar. Las ramas que por él crecían se
entrelazaban unas con otras, trazando bellos dibujos, creando formas
inusuales pero a la vez hermosas. Y sus hojas, todas verdes en forma de
corazón, asemejaban el color del mar cuando las finas gotas de lluvia se
posaban sobre ellas.
Nuestro árbol era tan hermoso, que comenzó a separarse del resto. Se
creía mejor que los demás, se burlaba de las cosas simples de los otros,
y cada vez era más engreído. Llegó a tal punto su osadía, que a Dios no
le quedó más remedio que castigarle. Por ser tan creído -le dijo- te
daré la vuelta, y te condeno a permanecer al revés para el resto de los
tiempos. Así serás verdaderamente diferente a los demás. Te llamaré
Baobab, y de ti depende volver a hacerte respetar.
Y así, nuestro protagonista fue dado la vuelta, escondiendo toda su
belleza bajo la tierra, dejando sus hojas con forma de corazón en el
interior, y sacando a la luz unas inmensas raíces que dibujan formas
extrañas y retorcidas. Desde entonces, el baobab es considerado en
África como uno de los árboles de la brujería, y algunas leyendas dicen
que los brujos se esconden en ellos. Lo cierto es que el protagonista de
esta historia ha llegado a ser respetado como árbol distinto, cometió
un error y pagó por él, y ahora la gente lo respeta, respeta su
diferencia, su aura especial. Hay una comunión especial con él.
No
hay dos baobabs iguales, igual que no hay dos sentimientos hacia África
iguales. El baobab representa la grandeza de la belleza de esta tierra,
por dentro y por fuera. Y también representa lo que para nosotros han
supuesto estos días: serán muchas las historias que contemos, las
anécdotas, los recuerdos, pero siempre habrá algo escondido, algo en el
interior, algo bello y en forma de corazón, que crecerá en nosotros y
que será transmitido en forma de movimiento, en forma de acción.
No olvidaremos África, y África no nos olvidará. Cada uno de nosotros
hemos plantado un baobab, que con el paso de los años se hará grande
como el recuerdo. Crecerá y crecerá, y serán diferentes los unos de los
otros. Por nosotros pasarán los días, los meses, los años. Y el pequeño
baobab que hemos dejado aquí plantado también se hará grande y hermoso,
bajo tierra y a la luz del sol.
Burkina Faso, agosto de 2012
¡qué bien escribes! ¡Me encanta!
ResponderEliminarA pesar de que sea un texto "antiguo", me encanta. Pero, como en las otras creaciones, me falta la referencia de edad para la que lo destinas como ejemplo de creación en prosa.
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