Abrigo invernal
Había una vez, en un maravilloso y lejano lugar, un reino rodeado
por una muralla de grandes árboles. Este reino poseía unas riquezas
sin igual, lleno de hermosos jardines con fuentes, cascadas y
pequeños riachuelos, caminos con exóticas flores y bosques alegres
y bien cuidados. Las gentes de este reino vivían felices, pues sus
reyes eran bondadosos y justos. Todos trabajaban y recibían buenos
sueldos. Los reyes se llamaban Fernando y Alicia. Su amor era por
todos conocido. Un amor tierno y cálido. Un amor verdadero. Y un
día, el gran regalo llegó en forma de hija: Sofía. Una jovencita
alegre y risueña, morena como su padre, pero con los ojos color miel
como los de su madre. Era encantadora e inteligente, la princesita de
sus padres. Estaba muy unida a ellos, pero sobre todo a su madre, con
la que pasaba largas horas jugando y leyendo.
Pero un día, Alicia enfermó. Sofía era pequeña, pero sabía
que algo no iba bien. Su padre la consolaba, diciéndola que todo se
iba a solucionar, pero los días pasaban y Alicia empeoraba. Un día,
casi sin poder hablar, Alicia llamó a Fernando y a su hija a la
habitación. Había preparado dos últimos deseos. Para Sofía tenía
un regalo, un recuerdo: dos pulseras de oro, con los nombres de ambas
grabados en ellas. Una era de Alicia, y la otra era un regalo. “Al
llevarlas contigo, siempre que las mires, te acordarás de mí”.
Sofía rompió en sollozos en el regazo de su madre. A su marido le
dijo que no se preocupara, que ella estaría bien, y que debería
casar a su hija con alguien de la nobleza que pudiera mantener la
felicidad de su hija.
Cuando murió, el rey Fernando se sumió en la más terrible de
las tristezas, olvidando, por mucho tiempo, a su joven hija. Su
carácter empeoró, y su aspecto físico desmejoró por completo.
Comenzó a ser un rey tirano e insolente, lo que provocó furia en el
reino. Y Sofía, la adorada hija, dejó de ser tal, pasando a
convertirse casi en alguien invisible para su padre.
Sofía tuvo que comenzar a aprender diferentes labores: limpieza,
cocina, costura... lo que más le gustaba era tejer. Tejía día y
noche, hacía bufandas, gorros, guantes, jerseys...
Un día, su padre la llamó a sus aposentos, para sorpresa de la
joven muchacha, que con el paso de los años, se había compertido en
una princesa muy bella, manteniendo esos hermosos ojos color miel de
su madre. Fernando, con largas barbas, y arrugas en la piel, la dijo:
“hija, ya he decidido un marido para ti, cumpliendo con la voluntad
de tu madre. En cinco meses, cuando cumplas 18 años, te casarás con
Mustafá, rey de Oriente, rico y poderoso.” “Padre – contestó
ella entre sollozos – Mustafá es viejo y tirano, nunca le amaré,
y él nunca me amará a mí”.
Pero la decisión ya había sido tomada, y en cinco meses, al
entrar el invierno en el reino, Sofía debería convertirse en la
esposa del poderoso rey de Oriente. Conocida esta noticia, a Sofía
no le quedó más remedio que tomar la decisión más triste de su
vida: alejarse del reino y de su padre. Todavía disponía de cinco
meses para llevar a cabo su plan. Como en el momento de su cumpleaños
llegaría el frío invierno, decidió ponerse a tejer un abrigo. Un
abrigo gordo y largo, que la protegiese del terrible invierno que se
aproximaba.
Sofía tejía sin descanso, de día y de noche, porque cada vez
estaba más cerca el día de su dieciocho cumpleaños. La noche
anterior a la llegada del temido día, Sofía finalizó su plan: la
confección de un abrigo para escapar de palacio y poder soportar las
frías temperaturas invernales. De esta manera, entrada la oscura
noche, Sofía escapó de palacio, provista con un simple vestido, su
abrigo, y las dos pulseras puestas en su muñeca.
Pasaron varios días en los que la joven muchacha caminó sin
descanso, protegiéndose de vientos, lluvias y nieves. Soportó
temperaturas bajo cero gracias a su abrigo, pero finalmente, la
fatiga pudo con ella, y se desplomó rendida en la nieve. Unos
cazadores la encontraron y, como estaba desmayada, la llevaron a su
casa. Tras un día descansando, Sofía despertó, y los hombres la
preguntaron su nombre, pero ella, por miedo a ser reconocida (ya que
no sabía dónde estaba) dijo, al ver su abrigo sobre una silla, que
se llamaba Abrigo invernal. Los
hombres, extrañados, no preguntaron más. Le dijeron que podría
quedarse si hacía las labores del hogar, ya que ellos eran cuatro
hermanos que vivían solos en la casa. Sofía aceptó, cualquier cosa
sería mejor que convertirse en la esposa de aquel terrible rey. La
casa era humilde, aunque el calor de la leña en la chimenea, las
cortinas suavemente bordadas y los muchos libros que dormían en las
estanterías hacían entrever la presencia pasada de alguna mujer en
la casa.
Pasaron los días, y a Sofía le
extrañaba ver sólo a tres hermanos, pero nunca preguntó por el
cuarto. Pero un día, un joven apuesto, moreno y de pelo revuelo,
apareció por la puerta. “¡Julián! -exclamaron los tres hermanos
al unísono- por fin has vuelto”. Nada más entrar, Julián vio a
Sofía a lo lejos en la cocina, y sus miradas se cruzaron. Los ojos
color miel y los ojos color negro azabache conectaron en unas
milésimas de segundo.
Los días fueron pasando, y poco
a poco Julián y Abrigo invernal pasaron
cada vez más tiempo juntos. Hablaban de muchas cosas, ya que Julián
había viajado mucho y conocía grandes y hermosos lugares. Y nuestra
protagonista, siempre ocultando quién era, le contaba historias y
relatos que había leído en los libros y que recordaba de su madre.
Hora tras hora, minuto tras
minuto, segundo tras segundo, se fueron enamorando. Un día, Julián
le dijo el último lugar en el que había estado: un reino gobernado
por un rey sumido en la tristeza. Un rey que en otros tiempos había
sido bueno y generoso, pero que, tras perder a su mujer y a su hija,
se había convertido en un tirano y había mandado al traste al
reino. En ese momento, Abrigo invernal rompió
a llorar. Cuando logró calmarse, Sofía se descubrió la muñeza,
que siempre tapaba con la manga de su camisa, y le enseñó las dos
pulseras con los nombres grabados.
“Soy yo, su hija, que escapé
por miedo a una boda horrible”. Julián no daba crédito, pero se
mostró firme: “Cásate conmigo, yo te protegeré siempre”.
Julián y Sofía celebraron una
boda sencilla pero llena de amor. Sofía le regaló la pulsera en la
que estaba grabado su nombre, y mandó grabar también el de Julián
en ella. Ella conservó la de su madre.
Tiempo después, los dos viajaron
nuevamente al reino. Fernando, al ver a su hija, corrió hacia ella y
rompió a llorar. Sofía imploró su perdón, y le explicó todo a su
padre. Tras algún tiempo, el rey logró recapacitar y perdonar, y
abdicó, en favor de su hija y de su marido.
Finalmente, el esplendor volvió
al reino... por muchos, muchos años.
Y colorín colorado, esta
historia se ha acabado.
Para realizar la adaptación del
cuento de los hermanos Grimm, he intentado mantener la estructura
inicial, aunque realizando ciertos cambios:
- la reina no muere en el parto, sino que tiene la oportunidad de pasar los primeros años de vida de su hija con ella, por lo que la niña tiene tiempo para conocerla y quererla.
- El padre cambia su forma de ser tras la muerte de su amada esposa, fruto de la pérdida de la persona que más quería en el mundo. Llega a olvidarse de su hija, a quien trata muy mal.
- He eliminado la parte del incesto, ya que no creo conveniente ese giro de los acontecimientos para niños, y he añadido al personaje de Mustafá, rey del lejano Oriente, describiéndolo como alguien a quien una joven nunca podría llegar a amar.
- La joven Sofía no le pide deseos a su padre, sino que emplea el tiempo que Fernando le da, los cinco meses antes de ser mayor de edad, para planear su huída.
- He eliminado la parte de los vestidos, ya que me parecía demasiado largo y no necesario para mi historia.
- La parte del abrigo la he cambiado, ya que no es el rey el que lo manda confeccionar, sino que es Sofía la que lo teje, con el objetivo de no pasar frío. El abrigo me parece uno de los ejes fundamentales en el cuento inicial, y lo he querido mantener, pues da nombre (al igual que el primero) al cuento.
- Sofía no acabará en otro palacio, sino en una casa humilde, para hacer más cercanas a los niños todo tipo de realidades.
- Sofía y Julián se irán enamorando poco a poco, siempre manteniendo el contacto, no como el Toda clase de pieles, que todo sucede mediante los objetos.
- He querido cambiar el final, permitiendo la reconciliación del padre con su hija. Es importante que los niños vean en la historia el valor del perdón y de la familia.
- Finalmente, el reino vuelve a tener unos reyes buenos y justos.
Edad
a la que va dirigida la historia
Por la longitud de texto, y el tipo
de historia, creo que los niños pequeños se cansarían al
principio, y son muchas las cosas que suceden. Creo que la mejor edad
será la de 11-12 años, es decir, niños de tercer ciclo de
Primaria, pues a esta edad no les resultará difícil seguir la
historia, y podrán entender la personalidad de todos los personajes,
y el porqué de las diferentes situaciones.
Me ha gustado tu historia María Rosa, creo que has mantenido a la perfección parte de la estructura de "Toda clase de Pieles". Una muestra de ello es que dejas entrever la astucia que la princesa tiene al decidir emplear el tiempo que la falta en tejerse un abrigo que la sirva en su próposito. También es fundamental mantener la huida de la princesa, una huida en contra de su voluntad pero a la que se ve obligada. En el caso de "Toda clase de pieles" huye para no casarse con su padre y en esta huye porque no desea casarse con alguién al que jamás amara. El inicio (huida), el nudo (ser descubierta) y el final (el amor triunfa) también se ajusta a la perfección con la estructura dada.
ResponderEliminarSin embargo creo que el papel de los regalos/recuerdos es muy importante y ha de tener mayor protagonismo. Al igual que el uso del abrigo que en el cuento de "toda clase de pieles" le sirve para ocultar su verdadera imagen, mostrando así una doble personalidad de la princesa. Estos pequeños detalles quizas los he echado en falta, por supuesto es tan solo una opinión personal.
Por lo demás genial, he disfrutado mucho con su lectura y por la capacidad que has mostrado para describir con mucho detalle tanto a los personajes como los lugares, lo cual me ha servido para adentrarme más en la historia. ;)
Muchas gracias por tu comentario, siempre viene bien que alguien te critique las cosas buenas y las que hay que mejorar. ¡Me lo apunto!
ResponderEliminarBueno... te iba a decir lo mismo que te ha dicho Verónica sobre los regalos que la protagonista utiliza para interesar a su amado... Por lo demás solo me queda recordarte que la transmisión de este texto debe ser oral, por lo que la longitud no es tanto problema.. aunque estoy de acyuerdo en todo lo demás que comentas sobre la edad de los receptores.
ResponderEliminarEstá muy bien.